Por Carlos Ernesto Romero Robledo
El poder de los pobres, algunas consideraciones para
la reflexión.
El proceso de
degradación social acelerada del capitalismo, está imponiendo a las clases
populares y países neo-colonizados condiciones de vida marcadas por la
violencia y la miseria, bloqueo e invasión. La constitución del capitalismo
mundial tiene como tendencia el despojo,
explotación, saqueo, dominio, y el fetichismo como proceso de aceleración de la
miseria social y cultural, impuesta por distintos medios, ya sea por el de la
construcción industrial del consenso y el del ejercicio de la fuerza que
articulan las relaciones sociales como relaciones de fuerza de una clase
dominante. Ahora. En la actualidad, la
realidad contemporánea está experimentando una crisis-reestructuración de la
totalidad social capitalista, que como muy bien se observa desde una mirada
histórica, no tiene punto de comparación con crisis anteriores puesto que esta
lleva implícito un desastre de magnitudes destructivas para el conjunto de la
vida humana y natural. Pero esto no significa que por sí mismo este sistema
esté agotando su existencia, como muchas pupilas aceleradas plantean. Las
diversas crisis experimentadas en el capitalismo en vez de llevar a su
superación-destrucción, han abierto condiciones de reestructuración donde la
hegemonía sistémica sale fortalecida. Claro, que con incontables costos para la
vida en general. El capitalismo tiene la capacidad de resurgir con mayor
fuerza, tendiendo a su profundización.
No solo
debemos señalar que la crisis mundial se acentúa con rígida crueldad. Tenemos
que dar cuenta del conjunto de relaciones que profundizan sus contradicciones desde
lo concreto, es decir, también observando cómo se articula el poder mediante el
mantenimiento activo de las formas de dominio, militando y fortaleciendo su
entramado institucional / para que
la contradicción no se desarrolle hasta grados que lleven a escenarios de
autodeterminación, destruyendo a su alrededor toda posibilidad para que las
clases dominadas salgan del mundo de la seudoconcrecion. Los pobres viven en
condiciones de miseria cultural, social, y económica que automáticamente los
llevan a seguir siendo pobres. Esto puede ser muy mecánico pero da cuenta de
una realidad que se desenvuelve bajo la cúspide de la hegemonía cultural de las
clases dominantes, con el entramado cultural construido para dominar y no para
su superación. Las tesis que plantean que la conciencia es producto directo de
las condiciones económicas parten de miradas unilaterales donde no da cuenta de
la complejidad social. Estamos totalmente
de acuerdo con Sánchez Vázquez en el
acento que pone en la praxis revolucionaria como método para destruir la
realidad fetichizada, en contraposición de esas posturas inmovilistas que te
invitan a esperar que surjan condiciones para desplegar una actividad
revolucionaria. Que nos remite a Lenin y su insistencia en la organización, no
solo política, sino social, cultural, etc. para hacer frente a la hegemonía
burguesa como totalidad de relaciones donde está atravesada la praxis
consciente del dominador.
En este
sentido ¿cómo poder configurar una praxis compleja que no caiga en el
determinismo y no vea en estas coyunturas prolongadas de crisis el final del
proceso histórico del sistema capitalista, pero sí momentos donde se puede
articular un bloque de fuerzas que construya
condiciones para su superación dialéctica, es decir donde las contradicciones
lleguen a la explosividad (revolución
como proceso y no como etapas)? ¿Cómo pensar las coyunturas de crisis desde el
proceso de articulación de un poder permanente, que se constituya en el mundo entero con esfuerzos
que desarticulen a la sociedad burguesa y no desde la fatalidad histórica que
lleva implícita una mirada, antes que revolucionaria, dogmatica y estéril? La
búsqueda de respuestas, no puede pasar por recetarios dogmaticos y facilistas,
aunque puede trazar tendencias que aporten a la reflexión. Desde esta
perspectiva, no puede pensarse en formas únicas de organización, sino en una
pluralidad de formas que asuman la contradicción frente a las relaciones
sociales de producción capitalistas. ¿En qué estamos pensando cuando hablamos
de estas formas? En el conjunto de propuestas que han surgido desde la
diversidad de tendencias revolucionarias en los distintos momentos históricos.
No nos podemos quedar en la forma-partido, o pensando desde la forma-estado
desde el método avance mediante reformas. Por eso debemos de investigar las
propuestas que han surgido desde la diversidad de los movimientos, tener una
perspectiva rica que no se reduzca a una opción única para pensar y actuar. La
importancia del estudio desde el historicismo procesual de los boicots de los
obreros contra las tecnologías nacientes en la Europa del siglo XVIII, hasta
las formas insurreccionales que impulsaron los pueblos indígenas con Katari y
Amaru; pasando por los ludistas y cartistas hasta las formas concejales y
partidistas de organización. Se trata de investigar y estudiar los procesos con
profundidad. Pero esta investigación no tiene que estar atravesada por el
mecanicismo que muchas veces caracteriza las propuestas organizativas, rescatando de
manera a-histórica y descontextualizada propuestas que terminan siendo
disecadas y expuestas de manera un tanto estéril, políticamente hablando. La búsqueda nos lleva necesariamente a la
construcción de nuevas síntesis, pero también como proceso de apertura de
horizontes emancipatorios que no vuelvan a la unidimensionalidad. ¿Quiere decir que las organizaciones
revolucionarias deben de abandonar sus medios de lucha y esperar a que surja
esto que se está planteando? Si encausáramos la interpretación hacia este tipo
de conclusiones, no estaríamos aportando a la construcción de condiciones que superen
las praxis que en el momento histórico actual no responden en la lucha contra
las formas fetichizantes que dominan, oprimen y explotan al ser humano. Es a
esto a lo que se refiere Miguel Mazzeo cuando plantea que se fetichizan las
propuestas revolucionarias, deshistorizando y perdiendo la brújula del contexto
social en el que se despliegan. La búsqueda que se plantea, no puede ser desde lo
aparencial, es decir, con la
declaración o posicionamiento publico que determinada organización haga sobre
determinado problema social-histórico. Desde el múltiple esfuerzo realizado por los compañeros que
nos antecedieron en la lucha, en las condiciones de crisis prolongada de la
izquierda revolucionaria y las ricas pero dolorosas experiencias históricas,
creemos que la superación por necesidad pasa por la construcción de órganos de
base, que vayan más allá de la forma partido-organización política, aunque
estas sean de vital importancia. Estamos planteando la construcción como
necesidad de superar praxis unilaterales que se despliegan de formas
perniciosas reduciendo todo el potencial al esfuerzo de construir el partido o
algo parecido. La configuración necesaria para desarticular la basura social en
la que vivimos tiene que tener en mente el problema de la dialéctica entre
esencia y forma, apariencia y contenido. Para superar al capitalismo, no basta
con que surjan estrategias políticas que hagan frente a la coyuntura de un
momento histórico determinado donde la estrategia del capital se impone de
manera violenta. Tenemos el deber de
formar el poder permanente de las clases populares. Esto no se lo otorga nadie
al pueblo, ni solo las organizaciones de los revolucionarios únicamente tienen
la obligación de construirlo.
Es necesario
que se impulsen órganos de decisión y acción comunitaria, que se planten de cara
y en contra de las relaciones sociales capitalistas. No es lo mismo apelar a un
consejo barrial conformado por niños, jóvenes, obreros, amas de casa,
indígenas, homosexuales, etc. que concienzudamente empieza a organizarse en su
espacio, donde el capitalismo afianza y reproduce su dominación, a simplemente pedirles que vayan a votar para
algún día recibir justicia social o que sean simplemente la base de una
organización que los concibe como instrumentos para sus fines. Insistimos en la
necesidad de recurrir a Mazzeo. Y que estos órganos asuman el carácter de
consolidación y multiplicación del poder de los pobres, que no se ensimismen
como diversas tendencias existentes en la actualidad. La coexistencia es
imposible, debido a la misma lógica totalizante-totalitaria del capitalismo
como abanico de dominios, opresiones y distintas formas de explotación. O te
aplastan o te joden. Las contradicciones entre proyectos de vida nos han dejado
millones y millones de compañeros muertos, desaparecidos, asesinados a través
de la historia y que dieron su vida por la humanidad.
El poder
popular como realidad tiene que construirse, no llegará automáticamente, la
asamblea, el consejo, y la organización popular en general no está dada, tiene
que abrirse contra el dominio hegemónico.
Es posible
marcar por dónde no pasan estas formas de poder de las clases populares. En
este sentido es más que sugerente des-oír los consejos de un Lenin cansado como
es el de “El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo” cuando nos plantea
que es posible actuar en un parlamento ultra reaccionario, pensando en una
coyuntura histórica de repliegue, en donde se siente que universaliza la
experiencia y pasa de forma dogmatica su crítica a quienes rechazan el
fetichismo de la democracia burguesa. La propuesta pasa por construir espacios
propios que articulen nuevas formas sociales frente al capitalismo, formas que
expresen la comunalidad como relaciónes sociales que tiene que construirse como
parte de un proceso de lucha contra la individualización imperante en la
subjetividad fetichizada, o eso que Gramsci planteaba como construcción de la
hegemonía revolucionaria, donde la atomización social y dispersión política que
responde al triunfo de la clase dominante es combatida en base a la articulación
orgánica de un bloque de fuerzas capaz de confrontar no solo desde el consenso,
sino también desde las relaciones de fuerza. No es posible pensar desde formas
netamente aparenciales si no tomamos en cuenta la esencia que las atraviesa. En
todo caso eso puede llamársele oportunismo, por hacer caso omiso del carácter
histórico específico que asumen.
Detengámonos
un poco en una situación abierta por el contexto de sangre en el que nos
desenvolvemos. La represión y el asesinato, la censura y la hegemonía construida
sobre un consenso violento han introducido en las capas progresistas de nuestra
sociedad la idea de que es posible cambiar la sociedad en base a la
participación electoral. Si esto fuera cierto ¿significa que un voto marca la
tendencia histórica de relaciones sociales que se construyeron sobre la sangre,
el dominio y la explotación de generaciones de seres humanos? ¿podemos dejar de
lado el análisis de la dialéctica del dominio
nacional-internacional desde lo histórico y pensar que el entramado que se
construyó para dominar puede servir para liberar? La búsqueda de una vida digna
no pasa únicamente por la vía electoral, menos cuando su búsqueda ya se ha
retardado muchísimo tiempo, con antecedentes nefastos como los del pps, pcm y
organizaciones dizque socialistas que solo han quedado disfrutando las
imaginarias victorias que no se han obtenido. Si vamos bajo la lógica
electoral, veremos como se movilizan innumerables fuerzas sociales para este
propósito, solo para otorgar un voto. Pero nunca la movilización va dirigida
hacia otro tipo de construcción, en el barrio, la comunidad, la fábrica, los
espacios culturales, etc..
El poder
popular no se construye en un plazo corto, ni tampoco desde una perspectiva
instrumentalista. Solo es posible si el pueblo y las organizaciones empiezan a
entretejer ese entramado de relaciones sociales que expresen una actitud de
contradicción explosiva frente a las estrategias del capitalismo. No solo
posicionándonos como los ratones frente a las víboras. En este sentido, la
crisis que experimenta el capitalismo a nivel mundial, debe de tomarse como una
contraofensiva por parte de las clases dominantes, frente a la oleada de
avances de los pueblos. Este proceso de reestructuración del sistema mundial
estamos viendo que resurge con una violencia que tiende a aumentar. Y si
nosotros, no aportamos a la construcción de un poder que haga frente a la
violencia prepotente y reaccionaria del capitalismo, veremos que seguirán
desapareciendo y asesinando gente del país y del mundo entero. Este poder,
recalco, tiene que ser necesariamente de los pobres, no del partido ni de la
organización política, sino se quiere caer a lo mismo. Construir el poder de
los pobres, es la estrategia.